La enfermedad había estado “tocando la puerta” desde hacía tiempo, dice Herrera.
Hace casi 13 años, su madre falleció de diabetes. En 2016, su hermana Jessica murió después de una operación del corazón. A su padre le amputaron ambas piernas debido a la diabetes y falleció en julio de 2019.
“Cuando Jessica falleció me di cuenta de que este efecto se iba propagando y que a mí también me pasaría algo si no comenzaba a cuidarme”, dijo Herrera, de 45 años. “Por supuesto, fue por la diabetes, por no cuidarse”. El vínculo entre la diabetes tipo 2 y las enfermedades del corazón fue dolorosamente evidente.
Cuando murió su hermana, Herrera renuentemente habló con su doctor, temiendo lo que podría decirle. Sin embargo, tenía la determinación de ser más sana por su propio bien y el de su hijo Diego, que ahora tiene 12 años.
Le dije al doctor que había perdido a mi madre y que acababa de enterrar a mi hermana. Era necesario admitirlo”, dijo Herrera, quien enseña clases de historia en una escuela preparatoria de Dallas.
Cuando sus análisis de sangre mostraron que Herrera era prediabética, el doctor le dijo que tenía que comer mejor.
“Yo le pregunté cómo podría lograrlo”, dijo Herrera. “Mi doctora me dijo, ʻTú eres maestra y sabes investigar. Póntelo de tareaʼ”. Herrera se enfrentaba a la estadística que indica que las personas con diabetes tipo 2 tienen un doble riesgo de padecer enfermedades del corazón y derrames cerebrales.
Al ir aprendiendo más, comenzó a hacer las cosas mejor. Dejó las sodas a favor del agua y comenzó a levantar pesas y a comer avena.
Sin embargo, aunque las personas con diabetes tipo 2 se controlen la glucosa en la sangre correctamente, siguen teniendo riesgos elevados de padecer graves problemas cardíacos. Herrera tuvo síntomas de un ataque cardíaco en el trabajo. Su visita a la sala de emergencias reveló tres arterias bloqueadas que ocasionaron una operación de desviación cardíaca triple. Ese fue el último llamado para tomar consciencia.
Herrera investigó más y comenzó a leer detalladamente las etiquetas de los alimentos y a buscar otras opciones en el menú de sus restaurantes favoritos. Aunque no lo parecía, una ensalada chica de rol rizada (kale) de uno de sus restaurantes preferidos de comida rápida contiene 11 gramos de azúcar. También se dio cuenta de que la miel, aunque es muy sana, es un tipo de azúcar. Una taza de trozos de mango tiene la altísima cantidad de 23 gramos de azúcar mientras que una porción de cereal endulzado lleva 9 gramos. Ahora mejor come fresas (8 gramos por taza) y cereal sin azúcar (1 gramo).
Herrera, que es una embajadora de Know Diabetes by Heart, también comenzó a correr. Es ahí donde aparece su campeona Juanita Cano.
Ambas estudiaron en North Dallas High School, y aunque cursaban dos años distintos se hicieron amigas a través de las producciones de teatro. Se habían mantenido en contacto esporádico a través de los años. Entonces Herrera tuvo su ataque cardíaco.
Cano, quien tiene un trastorno neurológico que le ocasiona dolor casi todo el tiempo, es una ávida corredora y atleta.
“Yo he ido documentando mi trayectoria hacia una buena condición física y movilidad”, dijo. “No sabía que Christina me seguía en Instagram hasta que me contó que, si no hubiera sido por mí, seguiría sentada en el sillón sintiéndose mal de sí misma”.
Herrera comenzó a correr en octubre de 2018, y animada por Cano, se inscribió en una carrera de 5K dos meses después.
“La hicimos más bien como caminata, y a veces corriendo”, dijo Cano. “Ella lo hizo increíblemente bien. Después del evento le dije, ʻOK. Ahora debes hacer una carrera más largaʼ”.
“No, para nada,” dijo Herrera.
“Claro que la harás”, contestó Cano.
Ahora están entrenando para una de 10K en diciembre.
“Las dos nos apoyamos mutuamente”, dijo Cano.
Como mujeres hispanas con historias similares, ambas crecieron con las mismas comidas, pero muchas no son muy buenas para la diabetes. Pero ellas entienden los antojos y saben porqué no pueden permitirse caer en la tentación.
“Es muy importante contar con alguien que te diga la verdad”, dijo Cano, quien también ha tenido diabetes en su familia. “Somos nuestras propias porristas”.
Si Herrera la llama para decirle que no está de humor para correr, Cano le dice: “Hazlo. Ahora que todavía sigues de pie”.
Hay familiares y amigos de Herrera que no entienden su pasión por la salud. Su actitud es, “Si me enfermo, me enfermo”. Pero ella conoce los desastres que ocasionan la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. Son lo que se llevó a su madre, a su hermana y a su padre.
“Es maravilloso levantarse cada mañana”, dijo Herrera. “La diabetes no es algo sin esperanza. Uno puede hacer cambios y disminuirla”. Ahora está aprovechando su segunda oportunidad para construir una vida saludable para ella y para su hijo.
“Prometo que esto se acaba conmigo y que Diego, quien ahora es un fanático de las espinacas, no será otro paciente”.